Muchos niños son sobrediagnosticados rápidamente, como hiperactivos; tal vez como una manera de encontrar una causa fácil a la conducta “fuera de lo que esperamos” de un niño tanto en el aula como en nuestras casas. Pero ¿cuándo, realmente, estamos frente a un niño hiperactivo y cuándo es tan sólo un niño inquieto o que está tratando de llamar la atención de los adultos que le rodean? Dentro de las principales “quejas” que tanto padres como profesores señalan están:
- "Pareciera que no me escucha"
- “Se le olvida rápidamente lo que le he dicho”
- “Le cuesta seguir instrucciones”
- “Le cuesta prestar atención o mantenerla”
- “Se distrae con facilidad”
- “Siempre está en movimiento”
- “No puede jugar en forma tranquila”
- “Me interrumpe mientras estoy hablando”
- “Se mueve de su sitios cuando no debe hacerlo”
- “Hay veces que habla demasiado, hasta cansarme”
- Las estadísticas indican que un 3 a 5% de la población escolar tiene realmente este trastorno y que en su
- mayoría se da en los niños varones. Dentro de sus características esenciales está el ser hiperactivos o
- impulsivos o ambos. Por lo mismo, generalmente presentan bajo rendimiento escolar y tienen dificultades en lo
- que a habilidades sociales se refiere.
Para hacer un correcto diagnóstico éste debe ser minucioso y debe estar implicado en él diversos especialistas, profesores del niño y, como protagonista fundamental, la familia. Dentro de los especialistas que forman parte de la evaluación del posible trastorno de hiperactividad, están el pediatra, psicopedagogo, psicólogo infantil y neurólogo de manera de ver al niño desde diversos puntos de vista. En un primer lugar es importante que los síntomas persistan al menos por 6 meses y se den en dos de los tres ambientes del menor, es decir, escuela, familia y con otros. Algunas de las características que se dan en mayor cantidad en estos niños son:
Falta de atención: Hay una distracción principalmente frente a estímulos ambientales, lo que va a afectar al rendimiento escolar, pues muchas veces comete errores por no fijarse en detalles en pruebas, trabajos y actividades escolares. Con frecuencia salta de un ejercicio a otro sin haberlo terminado, pues tiene dificultades en aquellas tareas que implican un constante esfuerzo mental.
Impulsividad: Con frecuencia actúa de forma inmediata, sin pensar en las posibles consecuencias de sus actos, lo que puede traerle problemas en sus habilidades sociales. Habla en forma excesiva, no respeta turnos de habla o en juegos. Está inquieto con las manos o los pies y le cuesta quedarse sentado en un mismo lugar.
Hiperactividad: Posiblemente sea ésta la característica más típica, es la que genera mayor cantidad de consultas a los especialistas y se refiere a la excesiva actividad motora; corre, salta, no le gusta estar tomados de la mano, inspecciona todo lo que ven, quiere tocarlo todo. Su comportamiento en general, es impredecible e inapropiado para su edad, quizás incluso algo inmaduro.
Aprendizaje: Debido a las características ya señaladas, la mayoría de estos niños presentan dificultades en el aprendizaje, por las dificultades perceptivas que presentan, no diferencian bien entre letras y les cuesta ordenar la información recibida. En escritura, su grafía se ve desordenada, poco legible y cometen grandes errores ortográficos; en cálculo olvidan las reservas y presentan errores en la estructuración del valor posicional; en lectura omiten palabras, se saltan líneas, no comprenden lo que leen y tienen dificultad para retener la información leída.
Comportamiento: pueden ser violentos y agresivos tanto verbal como físicamente, además con frecuencia mienten. Generalmente son tachados como desordenados, sus compañeros lo dejan de lado y los profesores prefieren hacerlo salir de la clase para que no moleste al resto del grupo curso, por lo que muchas veces se le puede ver solo.
Inestabilidad emocional: tienen cambios bruscos de humor sin motivo aparente. Generalmente y debido a todas las características ya señaladas, tienen un pobre concepto de si mismos, tienen una baja tolerancia a la frustración y no asumen sus propios fracasos.
Para decir que el niño que tenemos frente a nosotros presenta este tipo de trastorno, es necesario que se presenten varias de estas características y en tal grado que llegue a ser “perjudicial” para el o la menor en cuanto afecten a sus relaciones sociales. La mayoría de los niños presentan problemas para controlar su conducta cuando están en presencia de otros, por lo que generalmente están mejor cuando están solos. Aún cuando no todos manifiestan las mismas características, es necesario recordar que siempre están presentes los rasgos de dificultades de atención, impulsividad e hiperactividad.
Es importante señalar que hay una hiperactividad considerada normal, cuando ésta se manifiesta entre los dos a tres años. Cuando los síntomas superan esta edad, es cuando debemos poner atención en nuestros niños y visitar a un especialista para descartar hiperactividad. Una vez teniendo claro al existencia de la hiperactividad y habiendo descartado cualquier otro tipo de causa a la conducta del menor, se elige la mejor opción de tratamiento, que puede ser desde lo farmacológico, hasta lo conductual, programas de educación especial o bien, algunas sesiones con el psicopedagogo o el profesional a fin. Esto siempre unido al apoyo que padres y profesores le pueden brindar al niño para superar este trastorno.